56. Mixed emotions (4).

Del Otro Lado: Hablamos… Vigésimoséptimo.

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Advertencia: no apto para diabéticos

La charla se fue aplacando pero nos quedamos con sensaciones encontradas. Había sido un día intenso para mí y de golpe recordé la sensación que había tenido esa misma mañana. Lo había extrañado. Lo había necesitado (por más que odio esa palabra) cerca. Y ahora había sentido que podía perderlo. Era mucho, y todo junto. Estaba sobre la cama, enrollada sobre mí misma, hecha un ovillito, como siempre que me invade la angustia o la tristeza. Pero él estaba ahí.

-¿Me abrazás? -le pedí.

Era justo lo que necesitaba en ese momento. Y él me dió el mejor abrazo del mundo. De esos que te envuelven, te calman, y te contienen. Nos quedamos abrazándonos un buen rato, y besándonos, y abrazándonos nuevamente. Y poco a poco la angustia fue cediendo y dejando lugar a otras sensaciones. Cada vez nos abrazábamos más fuerte, más cerca. No era algo sexual sino más bien la necesidad de que sentir que el otro estaba cerca. Que todavía estaba ahí. Que a pesar de todo seguíamos estando bien. Seguimos abrazándonos en silencio un buen rato más. Mientras yo empezaba a tener esa sensación siempre tan difícil de describir. Es casi lo opuesto a la angustia. En vez de sentir que se te cierra el pecho y que no te entra ni un alfiler en los pulmones, es todo lo contrario. Sentía el pecho hinchado, lleno de aire, lleno de sensaciones, lleno de palabras que no me animaba a decir. Entre beso y beso, él me hacía tres puntitos suspensivos con el dedo en mi hombro. No se animaba a decirlo para no asustarme. Definitivamente no era el momento, después de la tormenta que estaba empezando a amainar. Seguimos revolcándonos en la cama, completamente vestidos y solo besándonos y abrazándonos. No era sexual, pero sí muy intenso. Y mi pecho se inflaba más y más. Cada vez recordaba más lo mucho que lo había extrañado esa mañana, después de dormir sin él, y lo raro que se había sentido pensar que podía perderlo. Hasta que en un momento, estando yo acostada de espaldas en la cama con el encima mío, exploté. Giré, hasta quedar arriba de su pecho, le dí un beso de esos que te quitan la respiración y abrí la boca. Tomé aire y sin pensar lo que estaba diciendo, solté un:

-Te amo…

Con una voz tímida, bajita, como si algo hubiera hablado por mí. Me miró atónito, como sin entender.

-¿Qué dijiste??

No me lo hagas repetir porque sonamos… no sé si me sale dos veces! -pensé.

-Lo que escuchaste…

-Sí, te escuche, pero no puedo creer que me lo estás diciendo…

Balbuceaba, mientras me miraba como si mirara bajar a un alien de su nave espacial.

-No lo puedo creer…

Repetía, mientras me abrazaba y me besaba hasta casi dejarme sin aire.

-Sos imposible de leer. Eso no me lo esperaba…

Me alegro -pensaba- odiaría ser tan predecible…

-Yo tampoco, pero me salió así.

-Yo también te amo. -dijo, entre beso y beso- Pero me tengo que ir yendo que mañana es lunes y te tenés que levantar temprano. ¿Me prometes que mañana va a estar todo bien?

-Te lo prometo.

-Ok, ¿me mandás un mensajito a la mañana así me quedo tranquilo?

Pidió antes de irse. Le dije que si y lo acompañé hasta la puerta…

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