«Las chicas de Badoo» o acerca del descubrimiento de la sororidad.

Van a hacer casi seis años que estoy soltera. ¡Seis años! nunca pensé que iba a llegar a tanto! Por momentos ya me parece que así será, que debo resignarme y listo…  pero quién sabe…

En estos casi seis años me ha pasado de todo, cosas que escribí, cosas que no. Con el tiempo perdí la práctica y la costumbre de sentarme acá a escribir… Pero hoy algo me quedó resonando y me empujó a volver a sentarme acá frente a la pantalla…  fue un pensamiento fugaz, la idea de que en los últimos tiempos todas las «redes» que en teoría servirían para relacionarse con seres del sexo opuesto, casi sin darnos cuenta nos vienen sirviendo más para contactarnos entre nosotras que con ellos, que al fin y al cabo están hechos unos pelotudos… No sé si es el «universo» empujándonos al lesbianismo… o a la sororidad…

Les quiero contar una historia. La historia de «Las chicas de Badoo»

Hace más o menos cuatro años, Badoo tuvo la maravillosa idea de inventar los «comentarios secretos». Ahhh… ¡que tiempos aquellos! ¡Como nos reíamos!! Resulta que en los perfiles de los caballeros aparecía una opción para que las mujeres dejáramos comentarios sobre ellos. De esto por supuesto ellos no sabían nada, esos comentarios solo podíamos verlos nosotras. En principio eran para cuidarnos y advertirnos algunos riesgos, como -ojo, es casado. o -miente, tiene varios perfiles, e incluso cuidarnos de estafadores o violentos, pero como pasa con todas las cosas de a poco fueron degenerando. Se volvieron comentarios cómicos acerca de las fotos, de los perfiles, de su ortografía y de lo que decían. De un día para el otro se volvieron mucho más divertidos los comentarios, y ese intercambio cómplice entre mujeres que los mismos perfiles o los vínculos posibles con ellos. Una entraba a Badoo solamente a pasar perfiles hasta encontrar uno con muchos comentarios y darse una panzada. Nos moríamos de risa frente a la pantalla. Por supuesto no podían durar… de a poco ellos se fueron enterando y sus quejas se hicieron escuchar hasta que así como aparecieron dejaron de existir. Pero mientras duraron fueron geniales… un día en el perfil de un caballero bastante particular que tenía muchísimos comentarios surgió una idea. ¿Y si armamos un grupo? Al principio no sabíamos ni como, pero alguna sugirió un grupo en facebook y así se hizo. Se llamó  «Las chicas de Badoo» y de a poquito empezó a crecer y crecer boca a boca, comentario a comentario. Como toda construcción grupal no fue sin conflictos… hubo idas y vueltas, peleas, expulsiones y quejas, pero de a poco se fue construyendo una idea, un modo de relacionarnos. Y apareció el concepto de «sororidad*».

La sororidad es un pacto social, ético y emocional construido entre mujeres. Es saber ante todo, que juntas somos más fuertes que por separado, que el empoderamiento solo es posible si creamos fuertes alianzas entre nosotras, tratándonos como hermanas y no como enemigas. Una relación fundamentada en nuestra valía como colectivo con la intención de generar un auténtico cambio en nuestra sociedad.*

La idea básica de que entre nosotras somos cómplices, no enemigas. Que el compañerismo entre mujeres pesa más que un pelo de p#j@ y que no vale la pena pelearnos por ellos. Nos fuimos construyendo como amigas y compañeras, nos empoderamos, realmente nos cambió la cabeza. No fue fácil y entre medio de todo eso un día nos levantamos y el grupo no estaba más. Nos los habían denunciado y tuvimos que volver a armarlo, una por una, encontrándonos por mensajes privados y por contactos en común. Hoy en día el grupo sigue existiendo, con otro nombre por supuesto, pero con un claro objetivo en común. Encontrarnos, compartir, ayudarnos, cuidarnos, reirnos. De ese grupo surgieron amistades, grupos de whatsapp, encuentros, ideas.

Creo que tras todos estos años de soltería esa construcción es lo más valioso que me han dejado las redes.

¿Y los hombres? Bien, gracias.

 

*https://www.significados.com/sororidad/

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Me duele una calle.

Ayer salí inocententemente a hacer las compras, como cualquier día. Como hacía antes de mudarme, a ese super que es más barato pero que ahora me queda muy lejos. Tenía tiempo de sobra y una tarde de frío y sol que se prestaba para caminar, así que me puse los auriculares con buena música y salí, pero en vez de ir por el camino de siempre se me ocurrió ir por otra calle.

Error.

Y después de tantos, tantisímos años (ya 5!), descubro que hay una calle que todavía me aprieta la garganta y me hace caer un par de lagrimones. Ya debería tenerlo superado. Vos hiciste tu vida y yo no volvería a tocarte ni aunque fueras el último pene del planeta…

No, no pasa por ahí. No me duele tu ausencia.

Pero todavía hay algo.

Dolor, bronca, odio.

Me duele aún que me hayas arruinado de esa forma la maternidad.

Que te hayas bajado del barquito que armamos juntos y me hayas dejado remando sola un bote con agujeros. Que me lo hayas hecho difícil de todas las maneras posibles. Que aún esté pagando intereses de esas deudas impagables.

Me duele el recuerdo de tantas mañanas llorando atrás del cochecito, llevando a mi bebé al jardín maternal después de alguna pelea. De alguna canallada o mezquindad tuya.

Sola. Siempre remando sola.

Cansa.

Espero que ésta sea la última vez que esa calle me hace llorar, por eso me siento y lo escribo, para exorcizarla.

Alem, no te tengo miedo.

 

La burocratización del sexo

 

Hoy día por las redes se vienen proponiendo contratos… «Yo quiero pasarla bien» (como si para eso se necesitara de un otro), «encontrarnos, mimos, caricias, que fluya…» (ni que fueramos líquidos!)… como si se pudiera pactar de antemano y decidir cómo se la va a pasar, como si no importara en absoluto con quién. Con qué mente, con qué mirada, con qué piel. Se pregunta cómo te gusta el sexo, cómo sos en la cama, qué haces, que no haces, para decidir o no un encuentro. Cómo si uno fuera igual con todo el mundo. Cómo si se pudiera anticipar qué se va a hacer con quién. Cómo si el otro no fuera responsable de generar el deseo.

Se trata de burocratizar el sexo, de ponerle coto, pactarlo y contabilizarlo, de hacerlo aburrido. Como si el sexo no fuera algo que surge con la chispa del otro, con la piel, con ciertos encuentros si y con otros no. Hoy día todos quieren asegurarse su diversión. Su satisfacción. Quieren despojar al sexo de su magia, del costado impredecible, hacerlo entrar en la lógica del mercado. En el fondo lo que buscan y piden es una paja compartida, o aun peor, asistida. De su discurso se desprende que les importa menos que nada la satisfacción del otro, y menos que menos el encuentro y descubrimiento de lo diferente. Todos somos parte de una gran máquina de placer cuyos engranajes deben encajar a la perfección.

No, no y no.

Me resisto.

Yo quiero encuentros, miradas, seducciones.

Quiero ir generando las ganas y la intimidad. No negociarlas en un contrato previo.

Me resisto a que el encuentro y el deseo se achaten en un trámite.

 

Aunque el costo sea no coger.

El Loco.

A mi amiga A. le divierte que le tire las cartas.

Yo no creo demasiado en eso, pero una vez, hace muchos años, compré un mazo y un par de libros, un poco por curiosidad, un poco vaya uno a saber porqué. Pero la cosa es que los compré. Y de tanto en tanto, cuando ando muy desorientada, desempolvo el mazo y los libros, hago una pregunta y tiro un par de cartas.

Las respuestas nunca son demasiado claras, pero me dejan pensando… y eso es lo que vale.

La cosa es que el domingo pasado mi amiga vino con la cabeza medio revuelta, y me pidió que le tire las cartas. Brindamos, hizo su pregunta, tiramos un par de cartas, leímos, debatimos y pensamos juntas. Y en cuanto terminamos dijo:

-ahora preguntá vos…

Y yo que me venía haciendo la tonta porque no quería saber nada… Me puse a pensar, y pensar… pero la pregunta que anda rondando mi cabeza es siempre la misma… ¿para qué eludirla?

Ok, veamos… ¿Voy a conocer alguien realmente interesante en el próximo año?

dije, mientras mezclaba el mazo, pensando en mi pregunta. Corte, y repartí, como siempre, tres cartas. Una en el centro, otra a su izquierda, la tercera a la derecha.

La tercera. El futuro o la respuesta a la pregunta…

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Uh… El Loco… ¿Otro loquito más??

dije preocupada, mientras leíamos los significados de las primeras dos cartas, interesantes, pero medio intrascendentes…

Finalmente llegó el turno de la tercera, leímos…

"...la actitud del Loco, que sigue el camino del instinto..." 

"la pureza... las pasiones se han elevado a un nivel superior..."  

"sus experiencias... no las abandona, no las olvida; simplemente ellas no lo controlan" 

"él nos insta a seguir avanzando a pesar de nuestros temores."

"se relaciona en primer lugar con las Varas: acción, impaciencia ilusionada, movimiento sin pensamiento, pero se relaciona también con las Copas, con la insistencia de éstas en la imaginación y el instinto. El loco en realidad combina estos dos palos -fuego y agua- el camino de la transformación."

"En las lecturas, el Loco nos habla de coraje y optimismo, nos insta a tener fe en nosotros mismos y en la vida. En los momentos difíciles, cuando la gente que nos rodea nos presiona para que seamos prácticos, el Loco nos recuerda que quien mejor puede decirnos qué hacer es nuestro propio ser interior. 

Con frecuencia el loco puede simbolizar comienzos, momentos en que uno se aventura valientemente, de un salto, en una nueva fase en la vida, en particular cuando ese salto se da a partir de un sentimiento profundo, no de una planificación cuidadosa."*

Y me quedé pensando en esas palabras, con una sonrisa, casi como un buen augurio para éste año que comienza. Nuevos comienzos, espontaneidad, librarse de las preocupaciones y los miedos, ilusiones, arriesgarse a hacer locuras, seguir los instintos…

¿Qué más puedo desear?

Va mi deseo, entonces, para todos ustedes: Que en éste nuevo año que está por comenzar, nos animemos a seguir nuestros instintos, a preocuparnos menos, a disfrutar más, a arriesgarnos, a ilusionarnos, que tengamos nuevos comienzos, que nos animemos a hacer lo inesperado, a sorprendernos y que nos sorprendan, a vivir con alegría, a querer y que nos quieran, a recuperar la inocencia…

A ser un poco más… ¡Locos!

¡Feliz 2017!

_________________________

*Los setenta y ocho grados de sabiduría del Tarot, Los Arcanos Mayores. Rachel Pollack, ed. Urano.

Acerca de la Felicidad

Últimamente ando triste. Preocupada, angustiada, reflexiva. Triste.

Pero resulta que no puedo hablar de eso.

Es imposible, absolutamente imposible soltar «estoy triste» sin que salten los acérrimos defensores de la felicidad y el pensamiento positivo por todos lados.

Ey, no, vamos! Pensá en positivo!

Dale, ponete bien, mirá para adelante!

Soltá, Flui, pedile al universo!

Y etcétera, etcétera, etcétera.

Me irritan, me enojan, me sublevan. ¿Porqué no tengo permitido estar triste? ¿Porqué no se puede?

Acaso hay algo más mononeurónico que la felicidad impuesta? ¡Se feliz! ¡No pienses! Sonríe!, piensa en positivo!, repite frases huecas como un mantra!, suelta!, vive!, etc… Todas frases escritas en un odioso tono imperativo. ¿Porqué nos tienen que decir cómo vivir, cómo pensar?

Dejenme decirles porqué.

La dictadura de la felicidad es uno de los mejores inventos de éste capitalismo enfermo en el que vivimos. La mejor herramienta de control. Muda, silenciosa, nadie cree que está siendo controlado. Al menos en los siglos anteriores era más evidente. Nos vendían indulgencias y estampitas y promesas de felicidad en la próxima vida a cambio de que nos calláramos la boca y aguantáramos en ésta. Ahora, ¡peor aún! Tenemos que callarnos y ser felices ¡Sin chistar! en éste mismo mundo que nos explota. Ni se nos ocurra protestar, angustiarnos, enfermarnos y dejar de producir. ¡Nada de eso! A pintarnos sonrisas idiotas y seguir produciendo, que la rueda tiene que seguir girando.

Pero la vida no es así. La vida tiene matices. Negros, blancos, y varios tonos de grises. Momentos felices, momentos tristes, momentos en los que ni. No es lo mismo cuando se muere tu tío favorito que cuando se casa tu mejor amiga, o vos estas enamoradísima. Y no podés estar siempre igual. Eso sería idiota, rematadamente idiota. A veces estamos felices, a veces tristes, a veces enojados, angustiados, preocupados, a veces sentimos varias cosas al mismo tiempo. ¿Y porqué no permitirnos vivir lo que nos pasa? Disfrutar lo bueno, sufrir lo malo, incluso querer hacer cosas para cambiarlo? ¿Acaso no es eso -si existe- la libertad?

Así que ya saben.

Déjenme estar triste en paz.

Ya se me va a pasar.

Amén.

Don´t drink and text

Sábado a la noche.

Estas sola, porque la única invitación que tuviste fue la de un señor al que la semana pasada no se le paró y cuya única propuesta fue «querés acompañarme al casino?» definitivamente tienen caca en la cabeza.

Pelis.

Empanadas.

Vino.

Y un poco mas de vino.

Nadie te habla, ni un puto mensaje.

Termina la peli italiana, un poco mas depre de lo necesario y entras a facebook.

Para ver que hay.

Y que hay?

Que el forro que te agrego hace un mes, ese con el que saliste hace un año y medio… sube una foto con su minita.

Sonriente él.

Rubia ella.

Pelo corto, ojos claros.

Parecida a mi, pensás.

Y yo aca sola.

Mirando.

Porqué tengo que verlo? pensas…

Lo borro a la mierda, por forro… O no… Dejo de ver sus publicaciones… Y entonces el alcohol hace su parte. Está en linea el muy forro. Claro, si acaba de publicar. Abrís MP y el tinto escribe por vos.

te voy a eliminar de mis «amigos». No entiendo realmente para que me agregaste. Para que vea tus fotos con tu chica?
se feliz, pero no es necesario que me lo refriegues por la cara
besos

Se que mañana me voy a arrepentir.

Pero lo envío.

Y lo elimino de mis amigos.

Tengo que dejar de tomar.

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Un cuento triste.

Érase una vez una bella princesa que vivía recluída en lo alto de una alta torre en un viejo castillo… Bueno, en realidad no era ni tan bella, ni tan princesa, era una mujer hecha y derecha, con sus miles de defectos y algunas virtudes, pero con varias ideas propias. Y en realidad no era una torre ni un castillo… pero a los efectos de éste cuento haremos algunas licencias poéticas.

Érase una vez, una bella princesa que vivía encerrada en lo alto de una alta torre. La princesa se había cortado su largo pelo por miedo a que algún príncipe descarado osase treparse por su ventana. Hacía largo rato que ya no le interesaban los príncipes. Al fin y al cabo ¿qué merito tiene un príncipe más que haber nacido en cunita de oro y calzar elegantes trajes y bellas sonrisas? No, hace rato que no soñaba con príncipes valientes, sino con caballeros trabajadores y responsables (lo cual al fin y al cabo resulta más complicado que soñar con unicornios multicolores…)

Bueno, entonces… Érase una vez una princesa que vivía encerrada en lo alto de una torre, con su pelo bien corto, por las dudas, y con su corazón bien guardado en una cajita de cristal. Después de algunos golpes, moretones y raspones, había decidido resguardarlo lejos de la mirada de los incautos, y en el fondo del freezer para que se conservase mejor.

Resumiendo: Érase una vez una princesa que vivía en lo alto de una torre, con su pelo bien corto y su corazón bien guardado en una cajita de cristal en el freezer. Pero con wifi, por las dudas. Sucedió que un día, llegó a su puerta, o a su ventana, o a su pantalla, un esbelto y alto caballero, con una hermosa sonrisa que la dejó un poco atontada, como no podía ser de otra manera. O muy atontada. Tanto que a fuerza de mensajes, llamados telefónicos, palabras lindas y encuentros, la convenció de sacar su ajado corazón del freezer, y abrir la cajita de cristal. La princesa primero intentó resistirse a sus encantos, pero el caballero se lo tomaba como un desafío, e insistía con sus gestos. Mientras tanto el helado corazón de la princesa empezaba a derretirse, lentamente.

Érase una vez una tonta princesa, que se hacía la fría y la mala, pero que se dejó convencer por un apuesto y alto caballero de sacar su corazón del freezer antes de tiempo. Ella sabía que se estaba apurando, pero sabía también que no podía evitarlo. Hacía tanto que no sentía su corazón latir dentro de su pecho que… le resultaba tan tentador soñar un poco…

Érase una vez una tonta princesa que recordó rápidamente porqué había guardado su corazón en una cajita de cristal en el freezer. Recordó prontamente que muchos caballeros aman los desafíos, y cuanto más alta sea la torre en la que se encierra la princesa, y más frío esté su corazón, más se empecinan en descongelarlo con palabras dulces y tiernos abrazos, pero más velozmente se aburren cuando lo encuentran al alcance de su mano y a temperatura ambiente.

Érase una vez una tonta y triste princesa que volvió a guardar su maltrecho corazón en una cajita de cristal y bien al fondo del freezer, mientras mojaba el piso de su torre con dos o tres lágrimas congeladas, jurándose no volver a sacarlo de ahí por un largo tiempo (y deseando que no fuera cierto).

Fin.

 

Reencuentros

 

Freud dice que el encuentro con el Objeto, el Objeto de Deseo, el Objeto de Amor, es siempre en el fondo un reencuentro. Una reedición de aquellas Primeras Experiencias de Satisfacción, de los primeros Amores. Por lo general los Psicoanalistas cuando hablamos de éstas cosas pensamos en el Edipo. «Siempre se vuelve al primer amor» dicen. Las primeras figuras de amor: Mamá, Papá. Pero las figuras son eso: figuras, funciones, espacios vacíos. Y por tanto son también intercambiables.

Pasé años y años de Diván tratando de entender QUÉ buscaba. Por qué siempre elegía hombres tan diferentes a Papá. Mi viejo, un tipo cabeza dura, laburador, un poco básico para algunas cosas. Inteligente pero con los pies muy sobre la tierra. Y sin embargo yo siempre me enganchaba con cualquiera que me vendiera un pedacito de nube y una excusa para volar. Primero un Músico, después un Cineasta, después un Escritor. Todos bohemios, soñadores, chamuyeros, infantiles, VAGOS.

Casi casi el opuesto a Papá.

El único rasgo de Mi Padre que siempre me resultó irresistible en los hombres son los ojos claros. Me puede un par de ojos claros, cuanto más expresivos mejor. Pero ¿Y el resto? ¿Qué es lo que busco? ¿Por qué tan perdida?

En el último tiempo sin análisis y en mis ratos de reflexión a solas empecé a pensar que yo elegía en Identificación a mi Padre. En vez de buscar un Hombre-como-él… era YO la que asumía ese rol. La que laburaba, producía, tenía los pies bien la tierra. Típico de la Histeria, diría algún colega Francés, asumir la posición Femenina en Identificación al Padre, al Hombre (con razón nuestra vida es un quilombo)… Pero y entonces ¿Qué busco? ¿A quién?

En estos últimos días, y en las charlas con un Caballero que me tiene algo atontada se me vino algo a la cabeza.

Y recién termino de hacer Clic.

Lo que se llamaría un Insight.

No es Papá. No es Mamá.

Es EL Hombre. Es EL Padre (de mi Madre). Aquel al cuál ella probablemente nunca soltó y no se canse nunca de llorar, aunque hace más de 30 años que ya no esté en éste mundo. Un tipo Excepcional. O excepcionalmente idealizado por ella, que es la que me transmitió lo que no es posible recordar. Él, que falleció a mis 4 años, del cual guardo apenas dos o tres recuerdos, probablemente encubridores. Él que era un Romántico total, un tipo culto, lector, conocedor de las letras, la filosofía, el arte, la historia. Él que me hacía escuchar a Vivaldi o sentarme durante horas a mirar bien de cerca las rosas para aprender a apreciar la belleza, o se pasaba tardes enteras contándome cuentos. Eso es lo que busco. Ese abuelo que -según las palabras de mi madre- me adoraba. Su primer nieta, a sus 72 años, el amorcito de su vida, como decía él. Esta nena es tan linda y tan dulce -decía- que alguna vez va a hacer muy feliz a un hombre.

¿Cómo olvidarse de ésas palabras de las que, sin embargo, hasta hace unos días no me acordaba?

No, no somos iguales.

 

Anoche salí con un Senior muy interesante, muy inteligente él. Nos sentamos a tomar un café, conversamos, pasamos un buen momento. Después del café nos levantamos y empezamos a caminar, él proponiendo ir a un lugar más «calentito» porque decía tener frío (no lo hacía y yo estuve un poco lenta al no registrar que era su torpe manera de pretender que lo invitara a mi casa. No lo hubiera hecho por otro lado) Caminamos y caminamos, él diciéndome que eligiera el lugar yo esta vez, yo sintiéndome un poco incómoda por el hecho de que doy por supuesto que en una primera cita ÉL VA A INVITAR y como yo no sé cual es su presupuesto se me complica pensar qué lugar elegir. En algún momento dijo que había visto «una pizzería barata» por la zona y caminamos tratando de encontrarla, pero sin éxito. La situación se puso incómoda, no porque me moleste lo de «pizzería barata» sino porque ya no entendía lo que quería y se me empezaban a ir las ganas. Yo SI tenía HAMBRE. Ya eran las 23.30 y seguíamos caminando sin rumbo. En algún momento le pido que me diga qué es lo que quiere hacer, que ya no entendía y que yo no me sentía cómoda eligiendo por él ni disponiendo de su presupuesto.

-ah… es que yo acostumbro a que cada uno pague lo suyo…

dijo, e hice un silencio. Si me hubiera visto la cara seguro abrí los ojos como el dos de oro.

-Si somos iguales… -siguió- estamos en la misma situación. Yo también estoy separado, me mudé hace poco, tengo mis dificultades económicas – y bla bla bla…

En ese momento no le respondí, pero su frasecita «Si somos IGUALES» me quedó resonando en la cabeza. Creo que detesto el seudo-feminismo más aún que al machismo. NO SENIOR, NO SOMOS IGUALES. No es LO MISMO ser MUJER que ser HOMBRE. No se trata de ESO. No son iguales las posibilidades laborales, ni las de sueldo. Ni te toman en cuenta igual para un puesto, ni te dan los mismos derechos. No es lo mismo en la casa, cuando la que cambia pañales, da la teta y las mamaderas y todo eso es MAMÁ y no PAPÁ, a lo sumo ellos se sienten unos santos si «te ayudan» o «te dan una mano» (dando por supuesto que las responsabilidades son todas tuyas). No es lo mismo cuando vos podes salir a trabajar tranquilo todos los días y yo tengo que hacer malabares cuando hay paro en el jardín, o se le murió el abuelito a la niñera. No es lo mismo cuando vos venís a una cita directo desde el trabajo, porque te quedaba más cómodo en remera deportiva y sandalias y yo antes de salir en una cita me depilo, me compro una remerita o una ropa interior, me doy un buen baño, me perfumo, me pinto las uñas, me peino, me calzo el jean ajustado o la pollerita, me subo a los tacos, me maquillo, me plancho el pelo etc, etc.

No Seniores. No es LO MISMO.

A otra perra con ese hueso.

Un Millón de Primeras Citas

Hace más o menos un año que vivo de primera cita en primera cita. Me aburren. Cuando no me aburren se comportan como ratas, o como pelotudos, o no me gustan ni un poco, o besan como el culo, o cogen peor. A esta altura ya no sé, si son ellos o soy yo. Que digo que quiero conocer a alguien que valga la pena, que me interese para algo más, pero a la vez no hay uno que me venga bien. Me pasé el invierno prácticamente encerrada, mirando pelis y comiendo, sin ganas de un pelotudo más, sin ganas de salir a cagarme de frío al pedo. Ahora que volvió el calorcito volvieron las ganas de salir, pero parece que no tanto. Parece que estuviera todo el tiempo buscando la excusa para tacharlos de la lista, para volver a casa con mis pelis, mis libros, mi paz. ¿Será que me estoy volviendo demasiado exigente? ¿Será que en el fondo no tengo tantas ganas de salir de la cueva? ¿Será que al final me da miedo darle una oportunidad a alguien?

Tal vez sea, un poco, en parte.

Tal vez que sea que las experiencias pasadas dejan aprendizajes, pero también miedos. Miedo a repetir los errores, miedo a volver a elegir como el culo. No tengo apuros, estoy bien sola, no me jode la soledad, son las frases que me repito como un mantra.

Pero a la vez extraño.

Extraño la complicidad de fundirse en un abrazo de esos que parecen arreglarlo todo por un instante. Extraño esos besos que te quitan la respiración, extraño las risas compartidas, las noches largas, las caminatas bajo la luna.

Pero como viene la mano todo eso va a tener que esperar, un poco más.

Quién sabe cuanto más.

Lo sigo intentando a pesar de todo. Parece que soy más optimista de lo que pensaba.