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118. Hakuna Matata

Para los que no recuerden la expresión «Hakuna Matata»… fijense acá y acá.

Por supuesto que a El Lento no volví a verlo. Charlamos un par de veces más como buenos amigos, pero ante sus invitaciones a salir o al cine, yo siempre estaba ocupada, o enferma o cansada, hasta que él mismo se cansó de invitarme. Y la cosa quedó ahí. Debo decir además, que nunca volví a tener noticias del Cacho de Carne tampoco. Simplemente nunca más me llamó, ni yo a él, tal como me lo había prometido, aunque más adelante volviera a aparecer de una manera u otra. Ya lo contaré a su tiempo. Un día, posiblemente antes de lo que pasó con el lento y el enfermito (disculpen el desorden pero la memoria a veces no retiene tanto detalle) recibí un mensaje de texto de un número desconocido. Era a la tardecita y yo estaba en la calle, yendo para mi casa. El mensaje decía:

¿Como anda la psicóloga más linda de Buenos Aires?

Nada más que eso. Y yo no tenía ni la menor idea de quién lo enviaba. Aunque para ser sincera… lo sospechaba. Respondí.

Bien, gracias… ¿Pero quién sos? No tengo tu número registrado…

A los pocos minutos recibo su respuesta:

Adiviná…

Me dijo haciéndose el misterioso… Y lo pensé. ¿Y si arriesgaba y me equivocaba? ¡Qué verguenza! Pero no había mucha opción. No recordaba haberle dado mi número a nadie, y menos a alguien que no me hubiera dado el suyo a cambio, tenía que ser él. Le contesté:

mmmm… ¿El Rey León en persona?

Arriesgué. Y se lo dije tal cual lo escribo acá, era una especie de chiste…

Jajaja… sí, como andas linda?

Me contestó. Así que era él, finalmente había aparecido… Le contesté, un tanto osada:

Todo bien, dice mi gata que quiere conocerte…

No se porqué, pero después de lo desastroso que había sido nuestro último encuentro y aún sabiendo que estaba casado, todavía tenía ganas de volver a verlo. Sería el recuerdo de esos ojos verdísimos, la sensación de que teníamos algunas cosas en común, o la esperanza que con más tiempo y en lugar más cómodo las cosas fueran totalmente diferentes. No se porqué, pero este tipo me gustaba. Sus mensajes habían logrado ponerme nerviosa y me moría de ganas de volver a verlo. Unos instantes más tarde su respuesta me dejó sin aire:

Jajaja… decile que yo también, ¿Me invitás?

Intercambiamos un par de mensajes más para ponernos de acuerdo con los horarios. Él vivía en provincia pero trabajaba en capital, la idea era encontrarnos algún día en su horario de almuerzo, en mi casa. Arreglamos para el día que yo tenía libre al mediodía, en esa época entraba a trabajar a las 15.00. Me aclaró podía llamarlo o mandarle mensajes cuando quisiera, pero siempre antes de las 16.00, porque sino podía meterlo en problemas. Le dije que por supuesto no hacía falta la aclaración, que no lo iba a molestar. Mi intención no era causarle problemas a nadie. Así que quedamos para el miércoles siguiente, a eso de las 12.00, en mi casa. Le dí la dirección y no me quedó otra que esperar… Mientras volvía a casa me temblaban las piernas de la ansiedad…

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117. Demasiada Información (2)

Mientras seguíamos hablando me levanté a llenar mi vaso de vino por segunda vez. La angustia estaba cada vez más en el límite de mi tolerancia, pero seguía ahí. Necesitaba saber. Así que seguí preguntándole. Él me contestaba con evasivas, que era un sistema que usaba para averiguar datos de sus empleados en los restaurantes, que no podía tomar a cualquiera, qué era peligroso y blablabla. Pero seguía sin contestarme lo que yo quería saber…

Des

Si, eso lo entendí. Lo que sigo sin saber es como accedes a saber toda esa información. Esos no son datos que estan al alcance de todos, por ejemplo, en un veraz

Yo era empleada bancaria y había cierta información a la que podía acceder, pero esto que él me decía estaba muy por fuera de los límites. Casi diría por fuera de los límites de lo legal… De hecho varios meses atrás me había visto obligada a solicitar un veraz mío por alguno de los problemitas en los que me metió mi relación con El Enfermito, así que sabía bien clarito lo que se sabía de mí…

El Lento

Bueno, es que tengo una clave, que me permite ingresar a cierta información…

Des

¿Qué clave? ¿Cómo es eso?

El Lento

Una clave que me permite acceder a un sistema….

Des

No me des vueltas! Contame de una vez…!

El Lento

Bueno, es que esta clave, que me permite ingresar a cierta información… que está en un sistema… que… Bueno, mi viejo me la dió en realidad

Des

Hablame un poco más claro. A ver. Tu viejo te la dió? ¿A qué se dedica tu papá?

El Lento

Es militar… y…

Des

Ah, bueno… Ahora entiendo. ¿Trabaja en los servicios?

El Lento

Sí. En la SIDE….

Des

Me corrió en escalofrío por la espalda. Justo a éste me vengo a topar en el camino. Un hijo de algún hijodemilputas de la SIDE. Si bien es cierto que no tengo pruebas, y este pobre boludo solo es «hijo-de», la gente de la SIDE es lejos la mas hijadeputa de la historia de este país. Esos eran los soretes que estiraban el dedito índice para decir: -a este sí, a este no-

Nononono… De ninguna manera puedo salir con alguien así. Llámenme prejuiciosa, me la banco, pero esto yo no lo tolero. De ninguna manera voy a elegir por mi propia voluntad salir con alguien que se crió en un ambiente así, no señor. Y menos que menos con un hijo de puta que usa los sistemas de inteligencia del estado, que se supone que son información super confidencial, para su propio beneficio. ¿Con quién estoy hablando, por dios? Por otro lado… a alguien que tiene taaanta información tampoco sé si quiero hacerlo enojar…. así que tendré que moderar mi boquita para contestarle….

Bajé un cambio y le contesté, que no me parecía correcto que usara esos datos para su propio beneficio, que era información confidencial que tenía que continuar siéndolo. No estar al alcance de la mano de cualquiera por ser «hijo-de». Que por otro lado me molestaba saber que el estado tenía control sobre todo y tenía información de todo lo que hacemos, sin que nosotros lo sepamos del todo. Él se justificaba, por supuesto, y justificaba la posición del ejército. No iba a ser de otra manera. Las cosas son así… Si a mi me jode es cosa mía…

Terminamos la conversación de la forma más amena posible. Me callé unas cuantas cosas que hubiera querido decirle, solo le expresé mi desacuerdo con su forma de actuar, aunque no sé si le importó. No se lo dije, pero yo ya había tomado una desición, no pensaba volverlo a ver…

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116. Demasiada información

Obviamente no contesté el mail ni volví a hablar con Ishido. Por obvias razones lo bloqueé y lo eliminé de todos lados. No quería volver a saber de mi ex bajo ninguna de sus formas. Después de pensar y pensar qué hacer, y debatirlo con todas mis amigas llegué a la conclusión que lo único que podía hacer era esperar que se cansara de hincharme la paciencia. Cualquier cosa que hiciera solo iba a exacerbar su locura y yo quería que se tranquilizara y dejara de molestarme. Después de hacer un gran esfuerzo logré tranquilizarme un poco, pero no lograba dejar de pensar o hablar de lo que había pasado. Un rato más tarde, esa misma noche, apareció conectado el en msn El Lento. Empezamos a hablar. Ya había pasado más de una semana y no habíamos vuelto a vernos. Yo no tenía muy claro si quería volver a verlo todavía. Obviamente le conté lo que había pasado con mi ex, él ya estaba al tanto de parte de la historia

El Lento

No te lo puedo creer! Es un enfermito…

Des

Si, totalmente. Solo me queda esperar que se canse, no voy a hacer nada, a ver si se cree que es más importante de lo que es… Pero la verdad, no le creo ni una palabra de lo que escribió.

El Lento

¿No querés que te ayude a averiguar? Pasame el nombre completo de él y…

Des

No, para qué? ¿Además que vas a averiguar?

El Lento

Puedo averiguar algunas cosas, confiá en mi, pasame el nombre, no seas tonta.

Des

No me parece, además en serio… ¿Qué es eso de que podés averiguar?…

Le dije, un tanto desconfiada…

El Lento

Puedo averiguar. Un ejemplo. La dirección xxxxxxxx xxxx xxx ¿te suena? ¿y el número de teléfono xxxx-xxxx? ¿Y este xx-xxxx-xxxx?

Y me pasó una dirección y teléfonos que habían sido los míos en algun momento. Que no estaba registrados en ningún lado… Yo empecé a temblar. De verdad podía acceder a algunos datos, pero ¿Cómo?…

Des

¿De dónde sacaste esos datos???

El Lento

Y además te puedo decir que cobras el sueldo en xxxxx banco, que te aumentaron el sueldo a fines de diciembre pasado…

Des

Ey, esperá. Ya me estoy empezando a poner nerviosa. De dónde tenes acceso a tantos datos???

Le dije y la tranquilidad que había conseguido con tanto esfuerzo se esfumó. Me levante y fui hasta la heladera a servirme un vaso de vino. Había quedado de la cena del sábado con mis amigas. Jamás tomo vino sola y menos un día de semana, pero la ansiedad empezaba a sobrepasarme, y no consumo ansiolíticos. El vino me pareció una buena opción.

El Lento

Puedo decirte algunos datos más…

Dijo y enumeró algunas otras direcciones, fechas, etc. Todas reales, aunque no necesariamente actuales. Una gota fría me corría por el centro de la espalda. ¡Dios! Zafo de un loquito y me encuentro con otro! ¿Qué me pasa? ¿Es que los atraigo? ¿Me gustan de alguna manera loca y retorcida? ¿Me los busco? ¿Sentiré que me los merezco??? Pero la curiosidad pudo más, ahora necesitaba saber. Necesitaba saber cómo sabe. Así que seguí preguntando y preguntando. Tuve que insistir bastante para que soltara la verdad. Y me encontré con lo último que quería saber en ese momento…

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113. El Regreso… (4)

Algún sábado de Marzo de 2008

Esa noche me dormí como pude y me levanté temprano, como todos los sábados, para ir a trabajar. Una vez en el laburo me enteré que El Lerdo me había agregado al msn. Ok, demuestra interés, pensé para mí, lo habrá hecho antes de irse a dormir porque hace unas pocas horas que nos despedimos. Pero algo parecía raro con este flaco, había algo que no me cerraba y todavía no sabía qué. Estaba aburrida y tenía sueño. El laburo los fines de semana era muy tranquilo y era dificil mantenerse despierto. Me volví a meter en el blog de El Enfermito para ver si había novedades, pero no ví nada. Así que dediqué a boludear con el messenger. No había nadie con quien hablar y me puse a chusmear los contactos que tenía bloqueados, solo para ver si el enfermito había vuelto a meterse en alguna de mis cuentas. Todo seguía igual, por suerte. Ahí me acorde de Ishido, un personaje raro con el que había chateado un tiempo atrás y después lo había bloqueado. Seguía con la duda. ¿Sería él? La curiosidad pudo más, y volví a admitirlo. Un tiempo después lo encontré conectado y volvimos a hablar.

Des

¿Cómo andás tanto tiempo?

Ishido

Todo bien! ¿Vos?

Des

Bien, aburrida en el laburo. ¿Qué contás? ¿Volviste con tu ex?

Ishido

Si! por suerte volvimos, estoy re contento. ¿Y vos con el tuyo?

Des

No, yo no… ni me lo nombres…

Ishido

¿Por? ¿Pasó algo?

Des

No importa… contame vos, ¿Cómo fue eso?

Ishido

Muy bien por suerte, nos estamos por mudar juntos

Des

No me digas, así de golpe? ¿Por dónde?

Ishido

Por palermo…

Des

¿Palermo? Es grande Palermo, ¿Qué parte?

Ishido

Es en xxxxxxxxx (nombre de la calle) al 2400

Y ahí tragué saliva. Esto se iba poniendo cada vez más raro. La dirección que me estaba dando era a media cuadra de mi casa. Y encima Ishido nunca usaba foto, tenía puesta en ese momento una foto de un gatito. Raro… muy raro todo…

Des

Ah… re cerca de mi casa! ¿Cuándo te mudás?

Ishido

Esta semana. ¿Así que vamos a ser vecinos? Podríamos ir a tomar un café un día de estos…

Des

¿Pero no decís que volviste con tu novia y estas bien? ¿Para qué??

Ishido

Es solo un café, para conocernos… Pero vos fijate…

Des

Ok, lo vemos. Pero no me cierra mucho…

Le dije y di por terminada la conversación. ¿Justo a media cuadra de mi casa? ¿Y justo se pone un gatito en la foto del messenger? Eso es raro… un hombre no usa un gatito, ¿cuántas locas más hay como yo que le gusten los gatos?  La duda si era o no era mi ex estaba siempre presente, pero yo no estaba segura. Dudaba. Dudo, luego existo, dijo Descartes, y yo me lo tomé siempre al pie de la letra. No podía ser tan paranoica. ¿O sí?

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112. El Regreso… (3)

Algún fin de semana de mediados de marzo de 2008.

Seguíamos bailando y charlando con El Lento, pero no pasaba nada. Me cansé de esperarlo y me fui a bailar con mis amigas, pero él andaba por ahí, con los suyos. Cada tanto pasaba y me hacía algún comentario y volvía a irse. Un buen rato más tarde volvió y seguimos hablando un rato. Nos fuimos a sentar juntos a un silloncito. Hablamos de la vida de cada uno, de lo que es vivir solo, hasta me mostró fotos de su gato, y yo de la mía. Ya estaba empezando a hartarme de tanto blablabla. Me le quedé mirando fijamente, entre los ojos, y nada. Me acerqué un poco… y nada. No había caso, definitivamente era un Lento. Y cuando estaba a punto de levantarme e irme, me agarró de la mano y me dió un beso. Al fin! Era un beso suavecito, casi tímido, se podría decir. Estuvimos besándonos un rato hasta que le dije que me tenía que ir, al otro día como siempre (bah, en un rato…) me tenía que ir a trabajar. Se ofreció a acompañarme y se lo agradecí. Después de lo que había pasado la semana anterior casi que me daba un poco de miedo volver sola a casa. Durante el camino le conté un poco la historia del enfermito. Tuve que hacerlo cuando sin darme cuenta de lo que decía, le estaba hablando del terror que me daba encontrarme con un auto blanco en la puerta de mi casa. Y así, charlando y caminando, llegamos hasta la esquina de mi casa. Era una noche fresca, todavía no amanecía. Cuando cruzamos la calle y nos aproximamos a la puerta sentí que de golpe empezaba a faltarme el aire. Ahí, a dos pasitos adelante mío, el maldito auto blanco. Sentí que se me aflojaban las rodillas y la angustia se apoderaba de mí. Me agarré de el como pude y a las puteadas, como podía, llegué hasta la puerta de mi casa. Casi sin poder hablar me senté en los escaloncitos de la puerta y le hice señas para que se sentara al lado mío.

-Es ése EL AUTO…

Le dije, señalando a la esquina en cuanto pude articular palabra. Todavía con las rodillas temblando, no estaba en condiciones de subir a mi casa. Nos quedamos ahí, hablando. Me pidió que le contara un poco más de la historia, de cómo habíamos llegado a esto pero no se si se habrá entendido algo, no estaba muy lúcida en ese momento. Lo que si creo que se entendió fue que estaba angustiada, que en ese momento odiaba a mi ex más que a nada en la tierra, pero que no podía hablar de otra cosa. Pobre El Lerdo, no le dí mucha bola, solo lo necesitaba ahí para acompañarme en ese mal momento. Se quedó un rato más dándome charla.

-¿Será que se mudó por acá? ¿Estará saliendo con alguna vecina? ¿O sólo se viene hasta acá para molestarme?

Me preguntaba yo, en voz alta.

-¿Él vive lejos? -me preguntó.

-Hasta donde yo sé, vive con su mamá en la otra punta de la capital, pero no sé que puede haber pasado en estos meses, supuestamente se iba a quedar en España, pero yo ya no le creo nada. -contesté.

-Vos decime el nombre y apellido completo de él y yo te averiguo… -dijo él.

– … ¿Qué??

-Que me des los datos de él y te averiguo… -repitió.

-¿Qué querés averiguar???

Le pregunté, cada vez más angustiada. Yo salgo de un loquito y caigo en otro, pensaba…

-No sé, lo busco a ver que sale, si trabaja, si se mudó, si vendió el auto… -contestó él como si nada.

-Nooooo… te agradezco, prefiero que lo dejemos así. Gracias por acompañarme. Me voy a dormir…

Le contesté. ¿Que quería decir «yo averiguo»? ¿A que tipo de información tenía acceso este flaco? La verdad no lo conocía, y por más que odiara al enfermito no le iba a dar sus datos a alguien que no conocía…

-Ok, ¿me das tu mail? -me preguntó.

Se lo dí y me fui a dormir, o a intentarlo al menos…

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111. El Regreso… (2)

Esa noche como contaba no pude relajarme, ni siquiera ingiriendo cantidades exageradas de alcohol. Intenté la mezcla pero nada me hizo efecto, así que me cansé y me fui a dormir. Tampoco me resultó facil, pero finalmente lo logré. Unos días más tarde recordé que hace unos meses El Enfermito me había enviado la dirección de un blog en el que supuestamente escribía para mí. No había vuelto a ingresar desde noviembre, pero se me ocurrió que podía haber escrito algo que me confirmara o descartara algunas ideas. Busqué la dirección e ingresé. En aquella época yo no tenía ni la menor idea de lo que era un Blog, pero entré y leí con mucha curiosidad y un poco de morbo. Lo que el posteaba eran poemas más o menos horrorosos (debería aclarar que me rompe la paciencia la poesía, y más cuando la escritura es retorcida y complicada) en castellano y algunos en inglés y hasta alguno en un intento de francés. No me gustaba, sonaba muy pretencioso. En fin. Encontré exactamente lo que buscaba. Cerca de la fecha en la que lo había visto al lado del colectivo encontré un poema titulado «la puerta azul» o algo por el estilo, en el que contaba algo así como que había estado dando vueltas por ese barrio en el que había sido feliz, pasando por esa puerta por la que había entrado y salido tantas veces y «le pareció verse salir de ahi, todavía enamorado» y blablabla…. Y unos días después de aquel incidente de la puerta de mi casa salía publicado otro poema bastante incomprensible, pero en el que lo único que se llegaba a entender era que le hablaba a una mujer, a la que insultaba bastante y la llamaba mentirosa, supuse que iba dirigido a mi, aunque hubiera preferido no hacerme cargo. Pero… ¡yo no te mentí! -pensaba para mi- Aunque me debe haber visto saliendo de noche, muerta de risa con mis amigas, con la pollera corta, el escote y los tacos altísimos. ¿Justo esa noche tenía que estacionar en la puerta de mi casa? Que se joda, -pensé- se lo merece por pelotudo. Cada vez me ponía más nerviosa. Encima mi amiga Caro me insistía en que hiciera la denuncia, que me cuidara, a ver si me pasaba algo… Cada vez que entraba o salía de mi casa miraba para todos lados a ver si veía su auto por ahí. Estaba empezando a sentirme perseguida. Pero por unos días no volví a tener noticias suyas y todo se tranquilizó.

Al fin de semana siguiente volvimos a salir con mis amigas, esta vez sin novedades en la puerta de mi casa, aunque yo seguía bastante loquita por lo sucedido el fin de semana anterior. Bailando empecé a charlar con un morocho, medio petisito, que parecía muy simpático. Tenía una sonrisa hermosa, y hablaba con mucha tranquilidad. Me contó que era del interior, que vivía solo acá hace unos años, y que trabajaba en una empresa que hacía catering de eventos y tenía un par de restoranes. Le iba bien. Bailamos un rato más, y charlamos, pero no avanzaba demasiado. Parecía medio lento. A mí me estaba empezando a gustar, aunque estaba perdiendo la paciencia. Casi podría decir que tenía ganas de transarme a alguien, solo para quitarme el recuerdo de la semana anterior de la cabeza, y el mal gusto de la boca…

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