57. El del barquito, parte 2 (cont.)

Subí a su auto y partimos rumbo al barquito. Yo en realidad hubiera preferido invitarlo a mi casa o pasar por un hotel, pero no me dió tiempo a decírselo, ni siquiera paramos para tomar algo. La verdad, estar tirados en el piso del barquito, refregando la espalda contra la alfombra en una noche calurosa y sin siquiera un ventilador ya no me parecía una idea demasiado tentadora. Pero allí fuimos. Llegamos al barquito y bajó con una o dos botellas de cerveza y un cd que recién había comprado y escuchamos un par de veces. Ya lo veníamos escuchando en su auto. La escena se repitió casi calcada de la vez anterior. Al principio estaba todo bien, una previa interesante, pero para mi gusto demasiado prolongada, ya empezaba a irritarme. Intentamos hacerlo sobre el sillón pero era muy angosto, casi nos caímos. Terminamos desvistiéndonos a las apuradas sobre la alfombra, después que él se fuera al baño a ponerse el preservativo (cosa que sigo sin entender). Empezamos a hacerlo, el arriba mío, moviéndose lenta pero intensamente. Venía bien, pero yo estaba con la cabeza en cualquier lado. La cosa con el del barquito se sentía medio artificial. Yo había decidido que quería tener sexo (con él), era más una decisión racional, que pasional. No podía conectarme demasiado. Tal vez me había apurado, la realidad es que el tipo mucho no me calentaba, daba buenos besos, pero nada más, ni siquiera podíamos tener una conversación decente. Ya estás en el baile, ahora bailá, pensé para mis adentros. Seguía moviéndose encima mío cada vez con más intensidad, casi demasiado, diría yo. Estaba obstinado en hacerme acabar y yo con la cabeza en cualquiera… imposible. Cambiamos de posición y la cosa siguió más o menos igual. No puedo echarle toda la culpa a él, para ser justos, era yo la que estaba en cualquier lado. Nunca había sido fanática del «sexo casual». Tuve un par de encuentros antes de mi última relación, de las cuales el mejor recuerdo que tengo es estar caminando solita al viento fresco de la madrugada. Pero ahora había decidido recuperar el tiempo perdido y probar. Igual no había estado tan mal. Nos vestimos y salimos a tomar una cerveza mirando las estrellas. Estuvimos en silencio un buen rato. Fue agradable, me gusta el silencio, y más mirando las estrellas. Luego empezamos a hablar, y por algún motivo salió el tema religión. Él era evangelista, yo… no sabría definirme, no sé si creo en algo, pero en lo que con seguridad no creo es en las instituciones religiosas, me parecen de lo más perverso. Fue una charla amena de todos modos, pero me quedé pensando que teníamos muy poco en común. Finalmente me dejó en casa y se fue, después de decir «hablamos» con una amplia sonrisa…

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7 comentarios en “57. El del barquito, parte 2 (cont.)

  1. Ahora que lo dice Federico, puede ser que se iba a masturbar…
    Por eso vos decías que la previa se hacía muy larga y hasta te irritaba? (o me confundi de blog, porque hoy lei mucho). Lo que si me acuerdo que pusiste es que no te dejaba tocarlo…

    La verdad ni idea, charlalo con el, eso soluciona siempre todo. Hablar las cosas. (Aunque esta historia es en pasado asi que ya fue).

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